martes, 23 de junio de 2015

Capitalismo existencialista. Existencialismo capitalista.

Nos la pasamos comprando cosas. Es nuestra forma de vida. Compramos cosas chiquitas, carísimas,  pavadas. Cosas para regalar y para regalarnos. Cosas necesarias y que no vamos a usar nunca. Compramos cosas para darle una mano al que las vende. Compramos cosas que nos gustan, o que les van a gustar a los demás. Compramos impulsivamente, compulsivamente y obligados. Compramos con tarjeta, en mil cuotas, al contado y con descuento.
¿Y si pudiéramos comprar el mundo? ¿Cuánto estaríamos dispuestos a pagar? 
La respuesta está al alcance de un suspiro. De cada paso. De un viaje. Del amor. 
Cuando nacemos, pagamos el precio. El tiempo que vivimos, que gastamos en el mundo; es un precio extraño. ¿Es un precio justo? Es un precio justo. Justo, para quien expande su mundo. Para quien aprende a disfrutar de él.

viernes, 5 de junio de 2015

Felicidad

Somos eternos hombres propiéndonos entenderla, sufrimos el tedioso destino de quien busca un sombrero que lleva puesto. Muy por el contrario los (infinitos aquellos) que preferimos inocentemente aceptar lo que nos es dado, la tenemos sin entenderla. Pero no es un babilónico azar lo que lo define (o tal vez sí lo sea), convivimos con el deseo de comprenderla o con el de ignorarla sin asomarnos a la verdad.
Como con todo, la clave está en la justa proporción, el punto medio. Los extremos, el vacío, la eternidad, la pureza, la simpleza no le corresponden a la humanidad. No podemos concebirlos realmente, puesto que son inhumanos. Divinos quizás, diabólicos, más probablemente (o de la misma absurda manera, no me corresponde saberlo). Similar es la felicidad, aunque abismalmente distinta en cierto aspecto. En algún desvío del destino, nos toca no sólo la efímera alegría: también solemos creer que podemos ser felices.

martes, 2 de junio de 2015

Pétalos sin deshojar

Las margaritas ya no
gritan, al verla llegar.
Su amor se ha ido
con el verano al mar.

Un mar tormentoso
de guerra, y llorar:
Allí ya no vale
lo que podemos soñar.

Y sus ojos cantan,
con furia, hacia el mar.
Pero saben, sólo queda,
ahora esperar.

Su amor será así,
pero al él regresar,
no importa como sea,
se van a encontrar.

Quizás sus ojos
le canten, al mar.
Tal vez en silencio
los vaya a arrullar.

Ya sea de adentro
o fuera del mar.
Los sueños ahogados
no los van, a desvelar.

Las margaritas ya no
gritan, al verla llegar.
Ambos se han ido,
a no sentir,
al mar.