No publico todo lo que escribo. Mentiría si dijera que yo sola alcanzo (para pensar suficiente) para producir lo que escribo; pero todo acá es de mi autoría. Sol
miércoles, 9 de diciembre de 2015
Siempre
La esperanza siempre es
donde haga falta que sea.
No es sueño, sino el soñador
que a ella entero se entrega.
La esperanza es una flor,
que brilla más,
cuanto mas oscura,
sea la tierra de su envergadura.
La esperanza es una ola,
que te arrulla con ternura.
Más fuerte sea su abrazo
más ferviente su locura.
Y si me muero algún día
deseo en verdad que sea,
esperando como siempre:
La esperanza nunca muera.
viernes, 24 de julio de 2015
Libertad
Sonríe. El simple hecho de imaginar la llegada del tren la fuerza a sonreír. O tal vez sean los acordes de 'Rezo' que algún improvisado músico de tren deja disfrutar desde el otro lado de la estación. Reza por ella misma, a un dios que no la conoce. Le reza por su libertad.
A lo lejos comienzan a escucharse campanas... 'Las del cielo' diría Sami.
En esos momentos, en los que el futuro se nos acerca, tan evidentemente como un tren, es mucho más fácil olvidar el miedo. Lo que venga después del tren ya no importa. El miedo es una puerta, el pasado está (borroso ya) del otro lado de los marcos de su miedo, que ha sabido atravesar. Y, gracias a eso, su futuro está al alcance de un salto. Ya puede verlo, es liso, luminoso y brillante, por sobre todo brillante. Qué ironía, entiende: Es el final de un día (que ya no es), oculto en su propia noche y el tren llega para iluminar. El lecho nocturno y su existencia.
Otros se entristecerán al ver el tren llegar. Otros llegan con él. Otros, tal vez, vean en el tren llegar a su rutina, que los atrapa; pero ella no. Para ella la libertad. En su única manera.
'Para mí...' sabe y se repite. Recuerda a Sami. Puede que nunca vuelva a sentir esa sonrisa, sincera, clara. Esa sonrisa infantil. Es que Sami no lo entendería. No sabe qué es cerrar los ojos y seguir despierta. Que lo que la ata no es más que su propio cuerpo. Que todas las trabas que la gente dice tener, no son más que excusas para creernos libres. Tal vez Sami sepa sentirse libre, abrazar los límites de su libertad, y quizás la libertad, no sea más que esa sensación. Pero Sami vive en su propio cuerpo y ella ya no.
Las campanas insisten en el llamado: El tren se acerca. Ella lo sabe desde hace tiempo. Lo supo cuando dejó de envidiar a Sami. Dejó eso atrás, para decidir ser, quien Sami querría que fuera. 'Y curé mis heridas. Y me encendí de amor.' Ella está encendida, pero no de amor. El amor duele y arde. Quema y se quema. Ella se enciende de libertad. El mundo no ha sabido amarla, y ella ya no necesita ningún amor. Sonríe una vez más... Casi como lo hubiera hecho Sami. Flexiona las piernas. Inspira...
Y flota.
Es liviana como una sonrisa.
Es libre, porque su cuerpo, (que antes la ataba) ya renunció; y su mente, flotando espumosa en el vaho nocturno de Buenos Aires, puede olvidar todos sus años de muerte, para al fin terminar con su vida. Por una vez, su presente es luz. Sami, esa que alguna vez ella también fue, es quien, en el último segundo, le toca ser. Viva otra vez; al fin.
Libre.
A lo lejos comienzan a escucharse campanas... 'Las del cielo' diría Sami.
En esos momentos, en los que el futuro se nos acerca, tan evidentemente como un tren, es mucho más fácil olvidar el miedo. Lo que venga después del tren ya no importa. El miedo es una puerta, el pasado está (borroso ya) del otro lado de los marcos de su miedo, que ha sabido atravesar. Y, gracias a eso, su futuro está al alcance de un salto. Ya puede verlo, es liso, luminoso y brillante, por sobre todo brillante. Qué ironía, entiende: Es el final de un día (que ya no es), oculto en su propia noche y el tren llega para iluminar. El lecho nocturno y su existencia.
Otros se entristecerán al ver el tren llegar. Otros llegan con él. Otros, tal vez, vean en el tren llegar a su rutina, que los atrapa; pero ella no. Para ella la libertad. En su única manera.
'Para mí...' sabe y se repite. Recuerda a Sami. Puede que nunca vuelva a sentir esa sonrisa, sincera, clara. Esa sonrisa infantil. Es que Sami no lo entendería. No sabe qué es cerrar los ojos y seguir despierta. Que lo que la ata no es más que su propio cuerpo. Que todas las trabas que la gente dice tener, no son más que excusas para creernos libres. Tal vez Sami sepa sentirse libre, abrazar los límites de su libertad, y quizás la libertad, no sea más que esa sensación. Pero Sami vive en su propio cuerpo y ella ya no.
Las campanas insisten en el llamado: El tren se acerca. Ella lo sabe desde hace tiempo. Lo supo cuando dejó de envidiar a Sami. Dejó eso atrás, para decidir ser, quien Sami querría que fuera. 'Y curé mis heridas. Y me encendí de amor.' Ella está encendida, pero no de amor. El amor duele y arde. Quema y se quema. Ella se enciende de libertad. El mundo no ha sabido amarla, y ella ya no necesita ningún amor. Sonríe una vez más... Casi como lo hubiera hecho Sami. Flexiona las piernas. Inspira...
Y flota.
Es liviana como una sonrisa.
Es libre, porque su cuerpo, (que antes la ataba) ya renunció; y su mente, flotando espumosa en el vaho nocturno de Buenos Aires, puede olvidar todos sus años de muerte, para al fin terminar con su vida. Por una vez, su presente es luz. Sami, esa que alguna vez ella también fue, es quien, en el último segundo, le toca ser. Viva otra vez; al fin.
Libre.
"Ya se hizo de noche,
y ahora estoy aquí.
Mi cuerpo se cae.
Sólo veo la cruz, al amanecer."
Rezo - Charly García
viernes, 17 de julio de 2015
Incendios
"La memoria puede tomar muchas formas.
Puede ser una imagen. Un color. Una frase.
Un sabor. Un sonido. Un olor.
La memoria puede elegir múltiples caminos para recordarnos algo, pero a veces nuestra memoria se queda sin opciones y se ve obligada a ser una llama.
Una llama con color, con aroma, con voz, con rostro...
Una llama que se nos aloja en la garganta, en las piernas, en la cabeza. En el alma.
Esas llamas son memorias que nos duelen. Son llamas de alguien que antes nos daba calor y ahora ya no puede; su recuerdo nos incendia con esa llama. Algunas sólo chillan y debemos aprender a aliviarlas. Otras nos incendian en un grito, en un pedido, un ruego.
Para esas memorias ardientes, aquellas ausencias que nos queman de este modo particular, no existe el alivio. Las ausencias están grabadas en nuestra mente. Pero su llama, el pedido que nos hacen, va más allá del recuerdo.
El único modo de apaciguar ese fuego, de permitirnos vivir con su calor y no con sus incendios, el pedido unánime de estas memorias es la justicia."
Viernes, 17 de Julio de 2015
A 21 años del atentado a la amia, las memorias aún queman, la impunidad también. La justicia, sigue pendiente.
Sol Nabot
Un año más, y 'a veces' sigue siendo hoy.
Puede ser una imagen. Un color. Una frase.
Un sabor. Un sonido. Un olor.
La memoria puede elegir múltiples caminos para recordarnos algo, pero a veces nuestra memoria se queda sin opciones y se ve obligada a ser una llama.
Una llama con color, con aroma, con voz, con rostro...
Una llama que se nos aloja en la garganta, en las piernas, en la cabeza. En el alma.
Esas llamas son memorias que nos duelen. Son llamas de alguien que antes nos daba calor y ahora ya no puede; su recuerdo nos incendia con esa llama. Algunas sólo chillan y debemos aprender a aliviarlas. Otras nos incendian en un grito, en un pedido, un ruego.
Para esas memorias ardientes, aquellas ausencias que nos queman de este modo particular, no existe el alivio. Las ausencias están grabadas en nuestra mente. Pero su llama, el pedido que nos hacen, va más allá del recuerdo.
El único modo de apaciguar ese fuego, de permitirnos vivir con su calor y no con sus incendios, el pedido unánime de estas memorias es la justicia."
Viernes, 17 de Julio de 2015
A 21 años del atentado a la amia, las memorias aún queman, la impunidad también. La justicia, sigue pendiente.
Sol Nabot
Un año más, y 'a veces' sigue siendo hoy.
martes, 23 de junio de 2015
Capitalismo existencialista. Existencialismo capitalista.
Nos la pasamos comprando cosas. Es nuestra forma de vida. Compramos cosas chiquitas, carísimas, pavadas. Cosas para regalar y para regalarnos. Cosas necesarias y que no vamos a usar nunca. Compramos cosas para darle una mano al que las vende. Compramos cosas que nos gustan, o que les van a gustar a los demás. Compramos impulsivamente, compulsivamente y obligados. Compramos con tarjeta, en mil cuotas, al contado y con descuento.
¿Y si pudiéramos comprar el mundo? ¿Cuánto estaríamos dispuestos a pagar?
La respuesta está al alcance de un suspiro. De cada paso. De un viaje. Del amor.
Cuando nacemos, pagamos el precio. El tiempo que vivimos, que gastamos en el mundo; es un precio extraño. ¿Es un precio justo? Es un precio justo. Justo, para quien expande su mundo. Para quien aprende a disfrutar de él.
viernes, 5 de junio de 2015
Felicidad
Somos eternos hombres propiéndonos entenderla, sufrimos el tedioso destino de quien busca un sombrero que lleva puesto. Muy por el contrario los (infinitos aquellos) que preferimos inocentemente aceptar lo que nos es dado, la tenemos sin entenderla. Pero no es un babilónico azar lo que lo define (o tal vez sí lo sea), convivimos con el deseo de comprenderla o con el de ignorarla sin asomarnos a la verdad.
Como con todo, la clave está en la justa proporción, el punto medio. Los extremos, el vacío, la eternidad, la pureza, la simpleza no le corresponden a la humanidad. No podemos concebirlos realmente, puesto que son inhumanos. Divinos quizás, diabólicos, más probablemente (o de la misma absurda manera, no me corresponde saberlo). Similar es la felicidad, aunque abismalmente distinta en cierto aspecto. En algún desvío del destino, nos toca no sólo la efímera alegría: también solemos creer que podemos ser felices.
Como con todo, la clave está en la justa proporción, el punto medio. Los extremos, el vacío, la eternidad, la pureza, la simpleza no le corresponden a la humanidad. No podemos concebirlos realmente, puesto que son inhumanos. Divinos quizás, diabólicos, más probablemente (o de la misma absurda manera, no me corresponde saberlo). Similar es la felicidad, aunque abismalmente distinta en cierto aspecto. En algún desvío del destino, nos toca no sólo la efímera alegría: también solemos creer que podemos ser felices.
martes, 2 de junio de 2015
Pétalos sin deshojar
Las margaritas ya no
gritan, al verla llegar.
Su amor se ha ido
con el verano al mar.
Un mar tormentoso
de guerra, y llorar:
Allí ya no vale
lo que podemos soñar.
Y sus ojos cantan,
con furia, hacia el mar.
Pero saben, sólo queda,
ahora esperar.
Su amor será así,
pero al él regresar,
no importa como sea,
se van a encontrar.
Quizás sus ojos
le canten, al mar.
Tal vez en silencio
los vaya a arrullar.
Ya sea de adentro
o fuera del mar.
Los sueños ahogados
no los van, a desvelar.
gritan, al verla llegar.
Su amor se ha ido
con el verano al mar.
Un mar tormentoso
de guerra, y llorar:
Allí ya no vale
lo que podemos soñar.
Y sus ojos cantan,
con furia, hacia el mar.
Pero saben, sólo queda,
ahora esperar.
Su amor será así,
pero al él regresar,
no importa como sea,
se van a encontrar.
Quizás sus ojos
le canten, al mar.
Tal vez en silencio
los vaya a arrullar.
Ya sea de adentro
o fuera del mar.
Los sueños ahogados
no los van, a desvelar.
Las margaritas ya no
gritan, al verla llegar.
Ambos se han ido,
a no sentir,
al mar.
miércoles, 20 de mayo de 2015
Al alba.
Al mundo hay que disfrutarlo mientras es novedad.
Así explico yo la alegría infantil. Me gusta creer que las cosas nuevas son las que nos mantienen vivos en cada interacción. La rutina de viaje, siempre nos ve del mismo color, no nos inventa, ya es parte de lo que somos. Somos parte de lo que es... Y sin embargo hoy (el primer día de mi travesía rutinaria), hoy como tal vez nunca más sea, soy capaz de oler la mañana, con sus ganas de brillo nocturno y su vocación madrugadora. Hoy y tal vez hasta hoy solo, me dejo llevar por los ruidos que sólo se envalentonan para hacerse oír entre el silencio. Amedrentados durante el día, espamentosos en el pequeño mundo del alba.
Comprendo con tristeza el advenimiento de los días futuros, consciente de que la mañana no cambiará y que por eso mis ojos, mi frío, mi ser, serán en ella. Serán en mí, a su vez, mientras las interyecte en mi propia rutina.
Y aún así, al escribirlas, me queda la vana esperanza de que mi sorpresa matutina no morirá. Infundadamente, es sabido, puesto que no alcanza con leer para creer.
Así explico yo la alegría infantil. Me gusta creer que las cosas nuevas son las que nos mantienen vivos en cada interacción. La rutina de viaje, siempre nos ve del mismo color, no nos inventa, ya es parte de lo que somos. Somos parte de lo que es... Y sin embargo hoy (el primer día de mi travesía rutinaria), hoy como tal vez nunca más sea, soy capaz de oler la mañana, con sus ganas de brillo nocturno y su vocación madrugadora. Hoy y tal vez hasta hoy solo, me dejo llevar por los ruidos que sólo se envalentonan para hacerse oír entre el silencio. Amedrentados durante el día, espamentosos en el pequeño mundo del alba.
Comprendo con tristeza el advenimiento de los días futuros, consciente de que la mañana no cambiará y que por eso mis ojos, mi frío, mi ser, serán en ella. Serán en mí, a su vez, mientras las interyecte en mi propia rutina.
Y aún así, al escribirlas, me queda la vana esperanza de que mi sorpresa matutina no morirá. Infundadamente, es sabido, puesto que no alcanza con leer para creer.
martes, 19 de mayo de 2015
1983
Ese día en Buenos Aires
la gente se llenó, de calle.
Tal vez llenos de vacíos:
vacíos.
Las ausencias son pasado,
sólo para quienes no están,
presentes.
La ciudad era júbilo
mas no faltaban,
los ruidos fríos,
de quienes luchan,
hasta idos
a la muerte.
Ese día Buenos Aires, tenía
un brillo particular.
La sangre de las lluvias pasadas
parecía no quererse,
secar.
Y sin embargo Buenos Aires
decidió sus vendas dejar
y después, de tantos muertos
mi ciudad volvió,
volvió a bailar.
la gente se llenó, de calle.
Tal vez llenos de vacíos:
vacíos.
Las ausencias son pasado,
sólo para quienes no están,
presentes.
La ciudad era júbilo
mas no faltaban,
los ruidos fríos,
de quienes luchan,
hasta idos
a la muerte.
Ese día Buenos Aires, tenía
un brillo particular.
La sangre de las lluvias pasadas
parecía no quererse,
secar.
Y sin embargo Buenos Aires
decidió sus vendas dejar
y después, de tantos muertos
mi ciudad volvió,
volvió a bailar.
domingo, 10 de mayo de 2015
Vacíos
Llovían sonrisas de todos los colores,
formas y sabores.
Las barrimos, porque
nos pareció una ironía:
del cielo cayendo, tanta alegría.
Me gustó una,
y me la guardé.
Para que me alegrara, después,
del amanecer.
Y cada mañana me abraza,
y en el silencio sonrío.
Silencio que me heredó
tu vacío.
sábado, 2 de mayo de 2015
Camino
[...]
Camino y recibo cartas
se envían desde mi tierra,
el lugar de donde sale,
lo que de mí se pierda.
[...]
martes, 28 de abril de 2015
Muerte de un paraíso
Creo
en el destino y sé que el nuestro fue no estar juntos hasta que lo
fue. Creo en las casualidades como un juego del destino sobre
nosotros, que nos persuade de conectar hechos, como si su mera causa
dispusiera un encuentro, una despedida o un cruce irrelevante. Este
cruce fue, el que fue el inicio de un destino juntos.
Volver
a pie es un ritual de pocos. Para los conocedores, sin embargo, es
fácil comprender que el mero hecho de cruzar de calle puede
transformar, quebrar, el panorama de lo conocido. El recorrido no
cambia, pero sí lo hace nuestra percepción de él, lo cual podría,
incluso considerarse de mayor relevancia. Análogamente el concepto es
único pero las ideas, o los caminos, por los que se los consigue,
distintos. En los hechos la vereda de la inmobiliaria estaba
bloqueada y tuve que cruzar. Volverme casi un traidor a mí mismo y
acercarme al paraíso de la vereda opuesta, tentador, por su sombra y
engañoso, por su propia atracción. Quien nunca ha visto un paraíso,
no debe dejarse embaucar; pueden parecer lo necesario, lo útil y lo
bueno, pero sus frutos se pegan a uno contagiándolo, envolviéndolo
en un aroma de desgracia. Es falso que son un regalo. Son meramente
una sorpresa, una de las curiosidades del destino.
Si
existe algo fuera del alcance de mi interés es escribir sobre aquello fuera del alcance de mi conocimiento. Sin embargo (ya
está dicho) no sé más que mi idea y panorama. Mi historia ya fue
contada y confío en que volverá a serlo. Mi verdadera duda es, si
llegará a ser real. No vivida, que sí la he vivido, sino real.
Nítida, para tantos como sea necesario, para componer un hecho.
Como me dijeron alguna vez “El
mundo fue plano, hasta que suficiente gente se convenció de que era
redondo”.
Hasta
ahora en mis hechos, sólo crucé una calle, el cambio es
imperceptible pero existe. La primera vez fue sólo eso: un movimiento
inescrutable de las líneas de mi vida, un caso puntual. En el
conjunto, el cambio radical fue sólo consecuencia de su constancia.
No comprendo la medida del tiempo, sé que duró desde ese entonces
en adelante: desde ese entonces en adelante caminé por la calle del
paraíso.
Cruzaba
y caminaba media cuadra, allí el paraíso, seguía otras tres,
doblaba a la derecha y llegaba hasta la reja negra que mi madre solía
pintar, cada vez que la lluvia la dejaba. No vale la pena recordar
los primeros encuentros, fueron no solo infructuosos sino
incomprendidos, invisibles. Creo que ambos, a un nivel subconsciente,
de la falsa realidad que esconde la pureza en lo simple, nos
tanteamos y descubrimos a un nivel cutáneo, el futuro que nos
enlazaría. A pesar de todo, tuve que notarlo en algún momento,
puesto que el paraíso, había cambiado al primer plano en mi nuevo
panorama de la rutina del peatón que regresa.
El
paraíso estaba ahí, sí, pero aún no era lo que sería. Empezó a
serlo un día en que volvía, más atento o desconcentrado que otros.
Volvía. Crucé la calle, avancé media cuadra y el paraíso, seguí
caminando y me detuve, no para doblar, sino para retroceder. Desvolví
mi camino, puesto que el paraíso me había develado una epifanía
secreta. Tuve que adelantar mis pasos más allá del lugar al que
regresaba para poder volver a avistar un detalle oculto. Volví y
recuperé mi capacidad de ver. El paraíso, en una de sus ramas y
solo para los ojos destinados, desfiguraba la forma de un lazo, que
delineaba la muerte sin ser más que el boceto de una horca.
Sé
que podría haberme pasado desapercibido, y comprendo que existan
quienes, incapaces de ver la incidencia del aspecto de la rama de mi
paraíso, me consideren desvariante. Una rama curva
parece poca cosa, comparada con los hechos, de la presuntuosa vida
que nos gusta sufrir. Lo parece y también lo hubiera parecido para
mí. Pero el destino es constante y no bastándose con eso, es perfecto en su
simpleza. Mi paraíso y yo representábamos un único alma, eterna,
desdoblada en dos seres. Nos unía un entramado profundo, más
inmerso en la espiritualidad que el amor de los hombres. Ambos nos
pertenecíamos en un nivel ridículo de existencia mutua.
El
círculo de la horca de mi paraíso, que estaba a poco de ser, fue.
Fue círculo, fue horca, fue muerte, fue en mi paraíso y en todos
lados. El día en que el círculo de la horca de mi paraíso,
descubierto en una simple casualidad del destino, fue círculo,
cerrado, completo, macizo; el propio lazo alrededor de la vida de mi
amor se cerró. Vi la muerte y y volví a volver, volví a quien
había ocupado mi pensamiento. Volví a lo que era. La muerte en mi
casa, la sospecha en mi pensamiento. Volví a volver, deshaciendo la
rutina de quien retorna y confirmé mi saber: El círculo era.
Eterno, completo, concluso. Era.
Ese
día cerré el trato, al bautizarlo. La deuda por su bautizo, mi
entierro. Sus raíces se hicieron carne y mi alma paraíso. La furia
ahogó todo nuestro ser. Corté la rama, con mis manos. Corte mis
manos con la rama. Corte, retorcí, desgarré; mientras, mis manos
sangraron. Yo volví a casa; dejé mi alma. Pensé que ahí moría,
pero había hallado un culpable de la muerte de mi amor, en mi
conciencia.
Pensé
que ahí moría pero el destino hizo un bucle. Los bucles del destino
pueden ser nimios o eternos. Esta vez fueron la eternidad de mi ser
por un tiempo. Cada hecho y cada instante de nuestro encuentro volvió
a tomar forma en mí y en la realidad, mi percepción era nueva cada
vez, pero mi verdadera alma, atrapada en la repetición preveía cada
detalle. La redundancia no le evitaba a mi ser la capacidad de
sentir. Vivir el dolor cada vez, oscureció mi alma, que era ajena al
bucle del destino pero se enlazaba con el sufrimiento de mi ser.
Finalmente solo quedó de mí un reflejo. Mi vida era un espejo roto y
el sueño de vivencias un vago recuerdo de lo que ya ha sido. Lo
único que escapaba del bucle era mi desahogo de rabia. Tal vez un
guiño del destino, que me regalaba una posibilidad de elegir entre
tanto retorno...
Tanto
retorno, fue simplemente lo que los restos de mi ser sufriente
necesitaban. Rehice cada segundo de mi tortura eternamente antes de
esta segunda epifanía. Era preso en la repetición de los pasos que
me llevaban a la ira, pero durante ella era libre. Decidí eternas
veces desquitarme de la rama sin entender que ella no era pincel,
sino lienzo. Un lienzo blanco y tenso, desgastado por el pintar y
despintar de mi destino. Un lienzo nuevo y reusado cada vez, en el
que mi destino, el paraíso, pintaba al árbol del ahorcado cada vez.
Entendí que ser libre no existiría si mi destino se pintaba a sí
mismo y a mí, una y otra vez de la misma manera. Una y otra vez...
llegaba el encuentro, una y otra vez la visión, una y otra vez la
muerte, y una y otra vez la ira. Una y otra vez herí mis manos,
queriendo herir a mi paraíso. Los círculos son infinitos. Y también
lo es la eternidad. Mi paraíso y yo fuimos alma desdoblada. Un único
elemento faltaba para nuestra eternidad.
Cerrar
el lazo.
En
cuanto el peso de mi cuerpo se soltó en la rama, mi paraíso y yo
fuimos uno y ninguno. Debí morir en él, para vivir en él. Mi
nombre perdió su significado para unir un alma desdoblada en el
mismo ser, el mismo nombre.
El
árbol del ahorcado.
“Go
hang your dreams on the hanging tree
Your
dreams of love that could never be.
Hang
your faded dreams on the hanging tree.”
Marty
Robbins. “The hanging tree”
Desvelos
Ella sueña con ser
un sueño que camina.
Una ensoñación tan vívida
que despierte fantasías.
Y con un soñador,
que la haga de espuma.
La espuma de un mar
inmenso, de bruma.
Y sueña también
un cielo estrellado
repleto de todo
lo que la ha desvelado.
Deseos brumosos,
sueños estrellados.
Un amor que no fue
pero de luto ha manchado
la sombra del desvelo
de quien el amor ha soñado.
un sueño que camina.
Una ensoñación tan vívida
que despierte fantasías.
Y con un soñador,
que la haga de espuma.
La espuma de un mar
inmenso, de bruma.
Y sueña también
un cielo estrellado
repleto de todo
lo que la ha desvelado.
Deseos brumosos,
sueños estrellados.
Un amor que no fue
pero de luto ha manchado
la sombra del desvelo
de quien el amor ha soñado.
jueves, 16 de abril de 2015
Nueva
Aprendí,
que aprender de tus experiencias,
no te absuelve de sus consecuencias.
También que, sin errores,
los cuentos no tendrían autores.
Por eso hoy me olvido de todo:
Respiro fuerte el mismo aire de siempre
porque la que cambia soy yo.
que aprender de tus experiencias,
no te absuelve de sus consecuencias.
También que, sin errores,
los cuentos no tendrían autores.
Por eso hoy me olvido de todo:
Respiro fuerte el mismo aire de siempre
porque la que cambia soy yo.
miércoles, 1 de abril de 2015
El día más frío.
Cierra los ojos. La pena cae, es pétalos sobre el fuego de su mejilla. Cada lágrima es un pétalo que, al caer, deshoja la poca esperanza que la habita. Al caer quema. Los abre y el mundo sigue su ritmo de engranaje. Tic. Y es un paso. Tic. Y es un encuentro. Tic. Un suspiro. Tic. Otra lágrima... y el recuerdo.
Vuelve a cerrarlos, todavía hay tiempo de escapar. Se concentra en algo lejano. Invisible. Pequeño. Aun así sabe qué es. Siempre fue lo mismo. Y ya cae sobre su regazo. De cualquier modo, sabe que nunca está sola. No está tan lejos realmente... Quema.
Vuelve a cerrarlos, todavía hay tiempo de escapar. Se concentra en algo lejano. Invisible. Pequeño. Aun así sabe qué es. Siempre fue lo mismo. Y ya cae sobre su regazo. De cualquier modo, sabe que nunca está sola. No está tan lejos realmente... Quema.
Se ve a sí misma. Sentada sola. Pero sabe que no está sola. Tal vez nunca vuelva a estarlo. Morir es escapar. Pero si cada lágrima quema... Inhala. El pasado irrumpe. Abre los ojos, no hay lugar seguro. Exhala, por poco se ahoga. El aire frío rebana la sequedad de su garganta. Arde. Cae. Suspira. Recuerda. Anhela su (antes despreciada) soledad. "Desear la muerte es morir un poco", dijo alguien alguna vez. Pero ella sabe que no es cierto. Ojalá, pero aún quema. Observa su aspecto: mugrosa. Escucha las burlas, percibe las miradas indiferentes. Pero le gusta así. Está cubierta, protegida... Es un engaño. Sonríe con ironía, pero reflexiona: No puede escapar, está dentro de ella. Pequeño, pero la invade. Quema.
El tiempo se le pasa en algún segundo. Si olvida no arde, pero cada momento la acerca al final. El recuerdo la hiere, pero le deja algo en qué pensar. Jamás decide, sólo suspira. El desamparo. Sólo le queda esperar. La compañía siempre estará allí con la presencia o la ausencia, puede elegir. La elección arde. La tristeza desfigura. La desesperación invade. La compañía ataca. La despreciable soledad ya ni entre sueños consuela.
Lo enterrará, su pasado se verá tan real como su futuro. Aquello que nace del dolor, en la oscuridad, jamás verá la luz. Y tal vez así, (al menos en la eternidad que es el presente) no exista. Es de noche y recuerda el ardor, pero ya no llora. Las lágrimas están en el aire. Un vendaval que pasa y se irá. Su rostro se confunde con el recuerdo. Lo envuelve como una madre en mantas, como una desconocida lo olvida.Ella cree que el último segundo de su presente será su eternidad. No quiere arder, ni recordar, suspira. Silencio. Soledad al fin. Su anhelo para la eternidad...
El 15 de Julio fue el día más frío del año. Una mujer y su bebé (de contadas horas de vida) fueron encontrados muertos. Aún se desconocen los detalles oficiales de su defunción, sin embargo fuentes internas suponen hipotermia...
lunes, 30 de marzo de 2015
Nostalgias de lo nunca ocurrido.
El espejo del recuerdo
contrae sus pensamientos,
la contrae.
Es pequeña y se contrae,
huye de sus pensamientos:
busca la esperanza
y ya no está.
Si todo fuera mas lento,
lo vería caminando nuevo
por un mundo que, aún
ni siquiera está.
Pero ella lo ve de dentro.
Expande su miedo interno
y se va.
No sabe lo que está haciendo,
ignora sus pensamientos,
busca algún sueño eterno
para escapar.
Cada lágrima es un sueño,
que florece del recuerdo
de todo lo que cree
no pasará.
Si todo fuera más lento
habría un silencio eterno,
completo de su vacía
felicidad.martes, 24 de marzo de 2015
Aparente ironía
¿Por qué un cicatriz pero no una marca de sonrisa? Para que ante el recuerdo evitemos cometer más de una vez el mismo error, pero (estemos dispuestos y) seamos capaces de seguir riéndonos una y otra vez con idénticas alegrías.
viernes, 27 de febrero de 2015
Esperanza
Así como no existe, hasta ahora, un verdadero código, unánime, para transmitir (la intrincada red de movimientos, quietudes, ruidos, silencios, tempos que es) un baile, más que la demostración física, confío en que las ideas aún no encuentran su verdadera naturaleza clarificadora. Creo en Platón y su mundo de las ideas, allí la conexión es unitaria, cada cual vale para relacionar sus ideas con los propios pensamientos, informar al otro es absurdo.
martes, 24 de febrero de 2015
A mis compañeros de secundario.
Y así fue.
Lo poco que queda es eterno material dentro nuestro. No quiero desestimar las ideas y recuerdos, sólo remarcar que, lo único que va a mantenernos juntos a partir de ahora, serán las ganas que tengamos de revivirlos.
Lo poco que queda es eterno material dentro nuestro. No quiero desestimar las ideas y recuerdos, sólo remarcar que, lo único que va a mantenernos juntos a partir de ahora, serán las ganas que tengamos de revivirlos.
domingo, 22 de febrero de 2015
Huida
A veces me encuentro con ganas de no ser por un rato.
Luego descubro que, sintiendo y pensando puramente, huyendo al platónico mundo de las ideas, puedo liberarme del ser físico y gozar del espiritual.
Luego descubro que, sintiendo y pensando puramente, huyendo al platónico mundo de las ideas, puedo liberarme del ser físico y gozar del espiritual.
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