domingo, 2 de julio de 2017

Niños perdidos

Creo que si hay una tradición en Argentina que nos define es la de aplaudir, pero no aplaudirnos porque todo nos sale bien. Ni tampoco aplaudir mirando como los demás hacen las cosas bien mientras nosotros la pifiamos.
No. La de aplaudir para reunir gente: aplaudir en la playa.
En otros países (que se parecen más a otros universos), las playas deben tener gente de seguridad que se ocupa de estas cosas. Seguro ni se pierden chicos, o los que se pierden hablan con un policía y se resuelve todo en algún silencio incomodo con los padres. Acá no.
Tal vez acá se pierdan más chicos en la playa, porque los padres se hunden en un mate o se pelean con el de al lado. O tal vez son nuestros chicos, que son demasiado confiados y siguen caminando para donde les surge.
La cuestión es que de repente las olas no son un buen punto de encuentro y unos están por un lado y los otros por otro. Y en algún momento el hijo se descubre sólo. Alguien que está por ahí (siempre hay 'alguienes' en todos lados en la costa argentina) le pregunta: ¿con quién estás? Y ahí nace el momento de el Aplauso. Arranca alguno, que suele ir con el niño de la mano o a cococho, y empieza a caminar mientras los de alrededor, dan comienzo y perpetúan el acto de aplaudir.
Es una manera que muestra mucho. Toda la playa se entera de que alguien perdió a su hijo. Muchos señalan acusadoramente a los padres pero también todos (o casi todos) deciden ayudar.
A veces se forman procesiones en torno al niño y al adulto que caminan. A veces no, pero el Aplauso los acompaña: los publica. En algún lugar la costa se acorta a un solo punto y la familia está otra vez reunida. Los padres agradecen avergonzados al caminante y a la multitud. Algunos abrazan a sus hijos y tambien los retan un poco: 'mirá el quilombo que armaste'. Otros, imagino, le quitan importancia al asunto: 'los chicos son así'. Lo cierto es que al rato la memoria colectiva playera ya no distingue al niño que estuvo perdido de los demás y el suceso se deja atrás.
Se supera, pero no se olvida, por supuesto que no: el Aplauso, que en realidad era eco de todos los anteriores, permanece resonando en algún caracol hasta que vuelva a ser necesario.
Sí, sé que unas líneas más arriba afirmé que el Aplauso se crea, pero en realidad, es parte del paisaje de la costa y allí mismo se guarda y espera. El Aplauso es una entidad latente que vive en nuestras playas. Es una suerte de espirítu que nos recuerda que podemos ser solidarios, que podemos ser un equipo; pero ante todo nos demuestra que aunque estemos muy perdidos, con un poco de ayuda, podemos reencontrarnos.

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